Nuestro último día en China empezaba con tristeza porque nos despedíamos de este país que tanto nos había sorprendido durante 15 días.
A las 8 de la mañana cogimos el tren más rápido del mundo que une las ciudades de Shanghai y Beijing en 4 horas a unos 430 km por hora. Aunque es un poco caro, vale mucho la pena ya que así evitas un vuelo y el trayecto es mucho más cómodo.
No sabíamos si coger hotel o no en Beijing, pero sabiendo que teníamos el vuelo de madrugada decidimos reservar una habitación en el mismo hotel en el que ya habíamos estado en el comienzo del viaje, el 161 Wangfujing hostel
Teníamos la tarde libre y decidimos ir al mercado de las perlas a ver si había algo interesante para hacer las últimas compras del viaje, y prácticamente las únicas ya que China no es un país muy rentable para las compras. Allí comimos algo en un Subway que había en el centro comercial.
El mercado de las perlas tiene unas 4 o 5 plantas separadas por sectores, ropa, electrónica, souvenirs etc. Nosotros solamente compramos unas carcasas para el Ipad y poco más, porque los precios comparados como otras ciudades como Bangkok eran excesivamente más caros.
Los comerciantes son un poco maleducados y molestan bastante, hasta el punto de agarrarte por los brazos hasta que les prestes atención.
Regresamos al hotel para descansar un poco , preparar la maleta y darnos un baño antes de salir para el aeropuerto. Al llegar a Beijing cogimos el metro, pero para ir estábamos cansados y además con el calor que hacía y la cantidad de vuelos que nos quedaban no queríamos ir sudando en los siguientes vuelos.
Y ahí ya comenzó la odisea de vuelos hasta llegar a Tenerife, previas escalas en Dusseldorf y Madrid.
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